viernes, 11 de marzo de 2011

ECEPTICISMO


  
                    Pirrón (360-270)
Pirrón de Elis es el máximo representante del escepticismo en la antigüedad. Aunque es posible identificar rasgos escépticos entre los sofistas y en la escuela de Megara, fue Pirrón quien adoptó el escepticismo como postura definitiva. Se estima que la suya era una reacción contra el dogmatismo de otras escuelas filosóficas: si la filosofía se origina en la búsqueda, el filósofo dogmático luego considera que ha hallado la verdad, mientras que el escéptico opta por quedarse con la búsqueda y afirma que es imposible encontrar una verdad definitiva. Su indagación consiste en intentar destruir permanentemente los argumentos de los dogmáticos.
Según Pirrón todas nuestras percepciones son relativas ya que solo nos retratan la realidad tal como "aparecen" filtradas por nuestros sentidos.
Pensamiento. "Enseñó que la razón humana no puede penetrar hasta la esencia íntima de las cosas. Lo único que podemos conocer es la manera como las cosas aparecen ante nosotros." Por lo tanto, de nada podemos estar ciertos, y el sabio debe abstenerse de juzgar.
No podemos fiarnos ni de las percepciones sensibles ni de la razón. No se debe admitir alguna afirmación teórica. Guardando estos principios se consigue la tranquilidad del alma (ataraxia).
La preocupación de Pirrón no era la del mundo físico, era la virtud y la felicidad, como también la crítica dialéctica de las opiniones contrarias.
La doctrina de Pirrón se puede reducir a lo siguiente: "No hay nada bueno sino la virtud, ni malo, sino el vicio. La felicidad consiste en la paz y la tranquilidad del alma, todo lo demás es indiferente."
Pirrón profesó una doctrina que abandonaba el juicio y creía que no había nada verdadero o falso, bueno o malo, hereje o sagrado. Pirrón estaba en contra del pensamiento dogmático. Pirrón no dejó nada escrito, pero a él se le atribuyen frases como:
  1. Nunca llegarás a conocer la verdad.
  2. No digas "Así es", sino "Me parece que es".
  3. La diversidad de opinión existe entre sabios igual que entre ignorantes. Cualquier opinión que yo tenga puede ser repudiada por personas igual de listas y preparadas que yo, y con argumentos tan válidos como los míos

 pirron no dejo obra alguna
 

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